matar
correspondencia | Yo también enterré una mascota en el jardín
Matar animales, en ocasiones, es una réplica. Manuel Chaves Nogales no los dijo en 1935 en la biografía que escribió sobre Juan Belmonte. El cronista español indagó en las memorias del matador de toros y presentó a un niño sevillano que llora y rinde culto a un torero fallecido.

Belmonte sería el gran toreador del siglo XX. Un asesino de especies querido y popular, como también lo pueden ser algunos abuelos que le quiebran el cuello a una gallina, o un padre que envenena un gato, o un vecino que golpea con un palo a un puerco, o un amigo que dispara contra un pájaro. Los animales, muchas veces, nos importan muy poco, sobre todo si de ellos depende nuestra sobrevivencia.
Pero estas palabras no son sobre imitar. Yo no crecí observando toreros, sino a un equipo de béisbol levantando una copa. Sin embargo, sé que es ver morir a un animal —y predecirlo.
En aquel tiempo tenía un patio en la antigua Zona del Canal de Panamá donde colgaba en un tendedero ropa lavada. El animal se llamaba Niebels y era un hámster de mis hijas. Desde su adopción me la pasaba imaginando su desenlace. Una mañana que nos levantamos de la cama —y fuimos a verlo a su jaula— se cumplió mi premonición: Niebels estaba por irse. Tenía unos gusanos comiéndole la barriga y casi no podía respirar. Su final tan inmediato me tomó por sorpresa, pero sentí que era propietario del don del pronóstico.
Los animales nos llenan de libertad y son cómplices. En Flush de Virginia Wolff, el cocker spaniel de la poetisa Elizabeth Barrett, la acompaña a caminar y es confidente de su amor con el poeta Robert Browning. Si nos gustan, nos proveen felicidad, pero lastimosamente son maestros del drama de la vida y pronto terminan sepultados bajo la tierra.
Yo había concluido que no quería saber de ellos por aquello de adivinar desenlaces, pero uno cambia y aprende a olvidarse del final. Hace unos días me regalaron una perrita de unas semanas de nacida, lagañosa, con quince costillas al descubierto del hambre y raspones por todo el cuerpo, que no ladraba. El día que ladró lo celebré y no pensé —pese a mi militancia con la vanguardia— en que tendría que enterrarla en el patio. Y cada mañana, después que la alimento y reviso sus cicatrices, le sobo la barriga, le digo que es hermosa y caminamos por nuestro hogar, uno delante del otro, sin catástrofes a la vista.
V.A.
libro | ¿A dónde me llevan?
«¿A dónde me llevan?» reúne tres historias sobre la transición democrática que sucedió en Panamá a partir de la invasión de Estados Unidos al pequeño país centroamericano el 20 de diciembre de 1989. La visita de Francisco Goldman al barrio más afectado por la masacre, El Chorrillo, un año después de que el ejército más poderoso del mundo lo bombardeara. El encuentro entre Jon Lee Anderson y el dictador derrocado, Manuel Antonio Noriega, antes que falleciera por una hemorragia cerebral. Y el día que V.A. Mojica le informó a una víctima de la invasión que un tribunal internacional había condenado al ejército que asesinó a su hijo.

¿A dónde me llevan?
Jon Lee Anderson | Francisco Goldman | V.A. Mojica
© Jon Lee Anderson
© Francisco Goldman
© V.A. Mojica
© Casa Editorial Descarriada
| anótate allí | otros asesinatos
Sobrevivir a un genocidio
poesía
«Intento describir lo que no se puede captar en una imagen o un vídeo: cómo nos sentimos cuando el gran borrador de la vida borra toda nuestra existencia: nuestros hogares, familias, amigos, recuerdos. Cómo la madre de un mártir murió de un grito de pérdida. Cómo, por algún milagro, nuestros corazones «muertos» siguen latiendo y se desbordan. Cómo nuestras manos ensangrentadas producen bellos textos literarios.»
— Dónde escribo ahora, Asmaa Dwaima

Matar a un preso
crónica
«Pero lo que Payo se encontró dentro del penal no tenía los ojos de su primo ni su cráneo ni sus músculos ni su vida: eran huesos juntados por una piel tensa, coloreada por la escabiosis, también conocida como sarna humana. Y Payo se negó a cargarlo para subirlo al carro. Temió romperlo. Fue el motorista quien lo levantó en brazos y lo metió al asiento de atrás, como quien mete en una jaula a uno de esos pajarillos sin plumas, caídos del nido, que se mueren al tacto. Por eso, al salir de la prisión, el primo Payo trató de advertir a Ana y a Maybelin que dentro del carro estaba, apenas, lo que quedó de Juan Saúl luego de dos años en las cárceles salvadoreñas».
—Todas las muertes de Juan Saúl, Carlos Martínez

Matarse uno mismo
ensayo
«A falta de algo mejor, el suicidio es el recurso más extremo contra los males de la vida privada (...) Muy a menudo encontré que entre las causas de suicidio estaba ser destituido de un puesto, el ser rechazado en un trabajo, y la baja súbita de salarios, que tienen consecuencia de que las familias no obtengan lo necesario para vivir».
—Acerca del suicidio, K. Marx (1846)

Matar al hermano
cine
«Tengo que volver a Nueva Inglaterra y hacer una arquetípica historia de terror de Nueva Inglaterra. Y tiene que ser de brujas, porque son el arquetipo del "espectro" de Nueva Inglaterra. Eran el material de mis sueños de niño, o de mis pesadillas, debería decir. Quería hacer realidad una pesadilla del pasado, como la pesadilla de un puritano», dijo el cineasta Robert Eggers, a la revista Vanity Fair, para explicar cómo se le ocurrió The Witch, película sobre los excesos en las creencias y la muerte de una familia.

después
amar | junio 2025
antes
poder | noviembre 2024
