estallar
correspondencia | un estallido de termitas
Estas termitas eran omnívoras. Se comieron Seda de Baricco, Las esencias viajeras de Monsiváis, Aprendiendo a Vivir de Lispector, y destruyeron un libro único que tenía en el anaquel de una casa de playa donde vivía: el diario del padre ajedrecista fallecido de un gran amigo, excentricidad escrita a mano, con fotografías Polaroid, de sus años como estudiante de medicina cuando sufría la existencia como Tolstoi, pero intentaba ser médico. El libro tenía una tapa dura, con un cuero rugoso, como la frente de una lagartija, que devoraron mientras yo viajaba desde el oceánico pacífico hasta la ciudad de Panamá.

«El libro es madera», me dijo un día un viejo impresor para explicarme el antiguo artefacto. Su tesis se basa en que, en las mantillas de impresión, cuando haces libros con máquinas antiguas, y se reproducen impresiones de cientos de hojas bajo la presión de unos pesados cilindros de acero inoxidable, se acumula pintura y aserrín en polvo. Las termitas aman la madera y los hongos. En mi caso, cruzaron hasta la pequeña sala por una columna de un palo de mangle que sostenía una parte del techo de la cabaña y marcharon por las vigas de madera hasta los libros. Esa mañana que volví a la casa de la playa estaban cientos de termitas sobre los libros.
Las termitas son veloces, resilientes —conocieron a los dinosaurios—, están más organizadas que nosotros y se comen bibliotecas, iglesias y hasta ciudades. Era imposible que yo las detuviera. Así que llamé a un jardinero cómplice que me ayudaba con urgencias desconocidas y apareció en su bicicleta con gasolina, veneno para insectos, un rociador para plagas y otros químicos, a ese territorio inofensivo donde vivía un gato y un periodista desempleado. «¿Esto es una guerra?», le pregunté.
El amigo jardinero se río y preparó una pócima de venenos con agua. Luego roció los libros como si un bombero apagara un edificio ardiendo. Todos los libros quedaron mojados de tóxicos y las termitas morían entre sus páginas. También regó el veneno en la cabaña por los posibles caminos que utilizaron los pequeños insectos, primos hermanos de las cucarachas. «Te recomiendo que duermas esta noche en la hamaca de afuera (de la cabaña)», me dijo. Tomó los libros, los sacudió como pan con hormigas, y los puso al sol tal cual la leña para una fogata. La gasolina la introdujo en unas casas que construyeron arrieras y termitas en el patio y les arrojó un fósforo encendido.
«Los peores enemigos son pequeños», me dijo. Empacó sus cosas, montó su bicicleta y marchó a su casa, una mansión de playa que cuidaba con su esposa. «Después me paga», agregó. Yo tomé cada libro y quité de sus páginas, con mis dedos, las termitas muertas. Los libros que no sobrevivieron el ataque les prendí fuego en el atardecer con la basura del día. Otros tienen las marcas del atentado y siguen conmigo.
El diario lo cuidé por años, hasta que hace unos meses me llené de seguridad y lo devolví dañado a mi amigo esperando un insulto o un golpe en la cara. Sin embargo, mi amigo me recibió con un abrazo y me agradeció que existiera el libro. Sus ojos se nublaron cuando se lo entregué. Era como si saludara a su padre de vuelta. Su papá había sido su gran influencia. Le había presentado, entre muchas cosas, el amor, los pecados, el misterio, el silencio, las matemáticas, la literatura, a los Beatles, a Gary Kaspárov.
Las termitas podrán acabar con muchas cosas que valoramos en el mundo, pero en ciertas oportunidades —como en aquella mañana que regresé un diario de un ajedrecista—, no destruyen el amor de un hijo por su papá.
V.A.
| convocatoria | Lo que nació con las marchas
Thaís Elizabeth G.
Los olvidados inspiración
Donde el agua no es potable y la luna alumbra las olas que guían el camino a casa. Donde las oraciones protegen y no se puede salir al mar que los alimenta cuando llueve. Ahí, donde casi todas las enfermedades son curadas con plantas, residen muchos de los patriotas más vulnerables, cuya posesión más valiosa es la tierra que habitan. Y es este también el sitio donde nació el hastío contra el atroz crimen ambiental que nuestro gobierno corrompido intentó cometer contra los panameños. Llevando así a que los siempre olvidados levantaran su voz y sus trincheras en el mar. Sus marchas nos inspiraron, se hicieron un estallido y la mayor rebelión de nuestra generación contra un Goliat que aún busca explotarnos.
* Este texto fue elegido en la convocatoria de nuevos narradores de Casa Editorial Descarriada —en alusión al estallido social de 2023: Lo que nació con las marchas.
| libro | Contener el colapso
Este libro trata sobre aquellos días en que los panameños anularon un contrato entre una trasnacional minera de Canadá y el gobierno de Laurentino Cortizo con un estallido social. La revuelta se extendió entre octubre y noviembre de 2023. No sucedía algo semejante en Panamá desde el 9 de enero de 1964, una fecha crucial en la historia del pequeño país centroamericano que significó el mayor hastío contra el enclave que mantenía Estados Unidos en el país y el inicio oficial del desmantelamiento del contrato que cedía a los estadounidenses una parte del territorio panameño a perpetuidad, desde principios del siglo XX.

Contener el colapso
Contener el colapso
V.A. Mojica
© V.A. Mojica
© Casa Editorial Descarriada
| anótate allí | otras indignaciones
Volverse una bestia apocalíptica
libro
«Siento en este momento una tal necesidad de gritar, de arrancar de mí un aullido que horrorice al mundo entero, que haga a todos temblar, que estalle en una espantosa locura. Siento virtualmente en mí un rayo terrible, y me asombra que no explote aniquilando este mundo para sumirlo eternamente en mi nada. Me siento el ser más terrible que haya pisado la historia.»
—En las cumbres de la desesperación, E. M. Cioran
¿Quiénes son los indignados?
ensayo
«La clase popular-intermediaria en formación es un grupo social mayoritario en todas las sociedades, altamente heterogéneo en su composición, constituido por trabajadores formales, independientes o informales; técnicos, empleados u obreros, dotado de horizontes y experiencias posicionales cada vez más similares. Un grupo social en ciernes marcado también por un importante clivaje etario (los jóvenes tienen masivamente más años de estudios que los mayores) y una muy significativa y plural feminización (a nivel de los valores, participación en el empleo, las demandas sociales).»
—El estallido social en clave latinoamericana, Danilo Matuccelli

Adivinar una revuelta
cine
Los estallidos se asocian al fuego. El fuego es una pieza importante en Ema, la película de Pablo Larraín sobre una bailarina de reguetón sumida en injusticias sociales y en un drama familiar por una adopción. En octubre de 2019, Chile —el país donde nació el cineasta— vivió un estallido social. Su película fue analizada como un presagio. Se estrenó dos meses antes del estallido y mostraba la vida de las nuevas familias de jóvenes generaciones que protagonizaron las protestas. «No tuve la premonición —dijo Larraín. Al igual que el resto de Chile, yo desperté ese día».

La esposa de un magistrado quiere derrocar al presidente de los Estados Unidos
perfil
«Existe una considerable ambigüedad sobre lo que hacían los diversos participantes en la invasión del Capitolio el 6 de enero. No hay ambigüedad sobre lo que Ginni Thomas estaba haciendo. Ella estaba tratando de derrocar al gobierno. Biden había sido elegido el 3 de noviembre. El 5 de noviembre, Ginni parecía pensar que todo estaba resuelto. La «familia criminal de Biden y los co-conspiradores del fraude electoral», escribió en un mensaje al jefe de gabinete del presidente, «están siendo arrestados y detenidos... y vivirán en barcazas fuera de GITMO (Centro de detención de Guantánamo) para enfrentarse a tribunales militares por sedición».
—Ginni y Clarence: Una historia de amor, Kerry Howley

después
poder | Noviembre 2024
